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Channel: republica democratica del congo – Viaje a la guerra
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El blues de los niños soldado del Congo

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Madrugamos para dirigirnos al cuartel general de la operación Kimia II, que está ubicado en la antigua residencial de Mobutu Sese Seko, el dictador cleptómano y corrupto por antonomasia. Amanece sobre el lago Kivu, cuyas orillas están salpicadas de antiguas mansiones coloniales belgas a cuyas espaldas se levantan las precarias casas de adobe y lata de los barrios más pobres de Bukavu.

A lo lejos vislumbramos a las tropas del FARDC, el ejército gubernamental, que se preparan para partir hacia la región de Shabunda en el marco de la operación Kimia II, destinada a terminar con la presencia de fuerzas hutus en territorio congoleño. Gracias a la autorización del coronel Delfin Kahimbi, nos disponemos a acompañar a estar fuerzas para conocer de primera mano el desarrollo de esta cuestionada operación militar.

Mientras esperamos a que esté todo listo para partir, en la parte del cuartel donde funciona el helipuerto descubrimos a un grupo de jóvenes vestidos con uniformes militares. Preguntamos a los oficiales: se trata de niños soldado que acaban de salir de la selva para entregar las armas y volver a la vida civil.

Cambio de planes

Nueva autorización del coronel Kahimbi – que ya nos había manifestado su intención de terminar con el empleo de menores en la guerra – y repentino cambio de planes: dejamos a un lado por el momento la operación Kimia II y nos centramos en los jóvenes. Tomamos la decisión de seguir a los niños durante los primeros días para ver cómo progresan, cómo se adaptan a la nueva realidad en que se encuentran, qué esperan del futuro.

Uno de los coordinadores del hogar de tránsito de la organización BVES – cuyos proyectos conocimos el año pasado – entrevista a cada uno de los niños. Anota el acrónimo de la fuerzas de las que formaban parte, el nombre de sus comandantes, el rango que tenían, la manera en que fueron reclutados, la zona de la que son originarios, el nombre de sus padres. Un proceso que demora horas. Vital para que la Cruz Roja rastree a sus familias. Importante en estos momentos para los militares, pues quieren separar a los menores de los adultos.

Al final, de los 32 presentes sobre la explanada, 29 son calificados como niños soldados. Tras un discurso de Kahimbi, que todos siguen en silencio bajo el sol, se les entregan ropas de civiles y se les señala una tienda en la que deben pasar para cambiarse. Lo hacen entre risas, con cierta vergüenza, como una suerte de juego. La última en entrar a es una de las dos niñas presentes (más adelante sabremos que ambas fueron sometidas a reiterados abusos sexuales).

Arriba un autobús de la ONU al que los niños marchan vestidos con sus vaqueros y camisetas, aunque descalzos. Algunos cantan, otros miran a la nada con incertidumbre, con evidente perplejidad ante el repentino cambio de escenarios y perspectivas en su vida. En el hogar de la organización BVES se les da la bienvenida. Su director, Murhabazi Nachegabe, les explica las normas básicas de convivencia: nada de peleas, respeto a los profesores.

Las reglas de convivencia

Después viene una clase de higiene básica y prevención de enfermedades, con especial énfasis en el sida. Los niños que ya están en el hogar, también ex soldados, ayudan a los coordinadores a realizar la exposición (se suponía que iban a pasar un vídeo, hasta llevaron un antiguo televisor a la sala en la que estaban los muchachos, pero la ausencia de electricidad frustró los planes).

Llega la hora del baño y luego la comida. Los jóvenes con los que hablamos se muestran felices de haber dejado de ser soldados. “Era una vida muy dura. Comíamos mal, no dormíamos, nos trataban como animales“, afirma Joseph Tyne. Oriundo de Kivu Sur, tiene 15 años y presenta una importante herida además de tener los ojos visiblemente inflamados.

Por la tarde se les entregan sandalias (algunos se quejan de que no tienen cinturones). Continúan las entrevistas. El coordinador que habla con los jóvenes en busca contradicciones, alegatos falsos, en sus testimonios. Nos explica que a veces mienten por miedo a las represalias de sus antiguos comandantes.

Provienen en su mayoría de grupos de Kivu Norte como el CNPD, los Mai Mai y Pareco, que se han ido integrando al ejército congoleño a través del proceso de Amani. De allí la capacidad del coronel Kahimbi de exigir a sus mandos que enviasen a Bukavu a cuantos niños soldados hubiese en las unidades.

Ansiosos por volver

La primera noche en el centro de BVES no resulta tranquila. Peleas entre los recién llegados y los que ya estaban allí. Cristales rotos. Al día siguiente la tensión continúa. Los nuevos se niegan a entrar a clase. “No quiero estudiar, no quiero perder tiempo aquí, quiero volver a mi casa”, afirma Joseph Tyne, que explica que en el futuro se dedicará a cultivar la tierra de su familia. En su caso, los hutus del FDLR lo secuestraron hace cinco años de la escuela y lo enrolaron por la fuerza en sus filas (patrón similar al de otros testimonios que ya recogimos en este blog).

Desde entonces nada ha sabido de los suyos. El programa de desmovilización establece como plazo máximo tres meses de permanencia en el hogar. Otro de los jóvenes nos explica que sí quiere aprender a escribir y leer, pero cuando esté de regreso en su aldea, no ahora.

La tensión se atenúa al tercer día con la llegada de los miembros de la Cruz Roja que comienzan a recopilar datos de los menores para ponerse en contacto con sus familias. El final de la agonía parece más tangible. Nos comprometemos con algunos de ellos a que los iremos a visitar cuando estén de vuelta en sus hogares. Y así esperamos hacerlo en nuestro próximo viaje al Congo, para conocer cómo han sido recibidos, si han conseguido reintegrarse en la vida civil, o si han vuelto a las armas, y qué obstáculos y desafíos deben enfrentar.

(Fotos: HZ)


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